EL TESORO ESCONDIDO

Apenas han transcurrido unas horas desde nuestra despedida, y el calor del abrazo fraterno aun permanece unido a nuestras voces y a nuestra alegría mientras dejamos atrás el recinto de El Escorial que ha acogido nuestra presencia el fin de semana.
Suena en mis oídos del alma la impresionante tempestad del sábado noche como un presagio; como una realidad paralela a nuestra vivencia de encuentro con la Sombra que está sucediendo.
Os contemplo, os siento, me siento a mí mismo…y percibo el júbilo de quien ha hallado un tesoro; tan magnífico, que se dispone a vender cuanto tiene para poder comprar el campo donde está escondido. No os hablo desde la exaltación, sino desde el sosiego; desde la serenidad sobrecogida del peregrino que vislumbra el final del camino, hecho paso a paso con el convencimiento, a menudo infantil, que anima la andadura.
Desde ese lugar del alma os escribo esta carta, como un recordatorio…
Hemos recorrido la vida buscando un tesoro, impulsados y atraídos por un ideal que traer a la tierra, sin saber que lo buscado ya habitaba en nuestras células desde antes de iniciar el viaje; hemos recorrido el universo de los sentidos que se extiende entre el bien y el mal, confiando en que en algún punto de esa intangible distancia estaría ubicado. Al igual que un péndulo, hemos oscilado entre el uno y el otro sin resultado. Eones más tarde sentimos que había que apostar, cesando el vaivén. Y apostamos por el bien y la virtud, sin saber que lo rechazado seguiría vivo; decidimos ser buenos, ignorando que esta decisión no eliminaba la maldad, sino que la trasladaba a otros. Así configuramos una sociedad de buenos y malos, sin que ni los unos ni los otros hallasen el tesoro. Milenios de insistente empeño no han cambiado la situación, pero algo comprendimos: que todo lo rechazado, lo despreciado, lo negado y no vivido por nosotros, no nos hace mejores ni nos abandona, sino que permanece oculto en la psique lleno de vitalidad, desde donde ejerce una poderosa influencia en nuestra vida y en la de los demás, sin que seamos conscientes de ello y sin poderlo evitar.
Tan llamativa y persistente evidencia nos hizo reconsiderar la validez de aquella vieja apuesta a favor del bien categórico que llevaba implícito el rechazo del mal, percibiendo que ambos pertenecen a una unidad indivisible, como las caras de una moneda, y sintiendo que, tal vez, no se trataba de ser buenos, sino íntegros; de conocer la experiencia completa, los infinitos matices que existen entre ambos extremos y juzgar, al fin, que todo pertenece a Dios. Creímos en la necesidad de integrar todo lo que antes fuese rechazado, reconociendo como propios los defectos ajenos porque eran fruto de nuestras proyecciones. Nos convertimos en el buen pastor de los evangelios que sale en busca de la oveja perdida porque sin ella no está completo el redil. Y creímos que la integración que nos hace completos consistía en reunir el vasto rebaño de los infinitos rechazos generados por uno mismo y por la humanidad de todos los tiempos… y temblaron nuestras almas ante tan descomunal tarea.
La dificultad aparente se tradujo en estímulo mayor, interpretando que el camino era más largo, pero mantenía el punto final buscado. La clave era, pues, perseverancia. Nos convertimos en las vírgenes prudentes del evangelio que mantienen encendida su lámpara, vivas su actitud y su fe.
Nuestras vidas se asemejaron a un viaje en submarino, del que tantas veces os he hablado; el viaje que emprende un grupo humano que vive en el interior de un submarino en busca de la atmósfera, cuya existencia les ha sido revelada, y que ellos ubican en algún lugar más allá de donde están, ignorando que aquello que buscan ha existido sobre sus cabezas desde el primer momento; que no está más allá, sino encima. En otro nivel. Y que no se trata de prolongar el viaje por remotos océanos, sino de salir a la superficie. De elevarse.
Este movimiento, esta elevación de la conciencia, ha dirigido nuestra actividad el fin de semana y señala el final de un viaje que ha durado milenios. Percibimos el cansancio acumulado sobre nuestras espaldas después de tan largo viaje, pero sentimos que hemos hallado el tesoro, y su hallazgo nos deja sin palabras… Sólo una cosa por hacer, un gesto: colocar a Dios en su sitio; aceptar y asumir que Él es el centro de la vida y de la actividad. Un espacio psíquico ocupado por los hombres hasta hoy, que decidimos ceder.
Hemos llegado a la atmósfera. Respiremos…!

Félix Gracia
Gracias maestro, cederle a Dios su sitio en contra de lo que pueda parecer por los miedos del ego, es la mayor alegría, el mejor descanso, la mayor plenitud. La certeza de estar en Él y ÉL en mí, te deja sin miedos, sin angustia, se instala la certeza del niño, que sabe que su padre lo ama con toda la fuerza del AMOR.
Mi alma se sobrecoge ante tan impresionante TESORO”, GRatitud a todos, y a ti en especial Félix que me llevaste de la mano al encuentro…BENDICIONES!!!
Respiremos!!!
Gracias Félix por este viaje ha sido y es precioso, vale la pena vivirlo y gozarlo en todas sus facetas. Gracias por guiar el submarino a la atmósfera con tanto respeto, ternura, paciencia y Amor.
Besitos de colores para todos!
Se me estremece el alma, al mismo tiempo un júbilo me eleva, respiro y suspiro y siento ese palpitar del nosotros que se hace Uno en el camino. Se mueven en mí sentimientos profundos de ver tan largo recorrido y quiero respirar aire renovado. Gratitud , sosiego, elevo mi mirada a quien ya está dejando huella en el camino. Amor para todos.
Gracias por este TESORO salido del corazón, !!!!cuanta ternura desprendes mi querido Félix!!!!
Querido maestro, no hay palabras.Estoy con vosotros , estoy en Dios.
Elevemos nuestra conciencia para vivir desde esa realidad intangible, sintiendo a Dios en el corazón y en todo cuanto existe.
Un abrazo Felix de todo corazón.
Hace mucho tiempo, en Sevilla, oí por primera vez a Félix decir estas palabras: … A todo esto Carl Gustav Jung, le llamó La Sombra. Sentí desasosiego, miedo a lo desconocido. Algo había despertado en mí pero aún no tenía idea de lo significativo de aquello en mi vida.
He leído lo escrito acerca de la vivencia del fin de semana y lo recibo como un regalo. Su lectura me ha impresionado no solo por su contenido, además de ello ha coincidido con exactitud impresionante con lo sucedido aquí, en casa, en mi corazón. Siento que el camino, lo vivido y lo nuevo no corre paralelo entre los que en ello estamos. Es, simplemente, uno.
Es cierto que los caminos guardan claves que aseguran la llegada y así mismo todos los caminantes llegan para ser acogidos en el Seno del Padre. El ejemplo del submarino ilustra el empleo de una clave: Sólo una cosa por hacer, un gesto: colocar a Dios en su sitio; aceptar y asumir que Él es el centro de la vida y de la actividad. Así se sale del submarino, sin navegar más, pero yo no estaba entre vosotros para sumarme a ello y en mi soledad el camino ha sido en clave de perseverancia. Así que he navegado muchas singladuras. Cuando las proyecciones traían noticia de lo rechazado, bajaba a la cárcel donde habitaba mi sombra. Era una inmensa prisión donde cada celda albergaba una pulsión de sufrimiento atroz provocado por lo rechazado, apartado, despreciado, olvidado… Era un recinto terrible de miseria, cieno y suciedad. Era la morada del inconsciente que duele en el alma y en el alma hay una escalera para bajar. Bajar lentamente, sintiendo cada peldaño como latido de este corazón en el corazón de Jesús que resuena en el alma. Tal vez, me digo, alguien tenía que abrir las celdas, acercarse a la angustia del abandono, atender al herido, asear el descuido, acoger lo grosero, abrazar la enfermedad, calmar la ira con los brazos abiertos en el nombre del Padre y subir las escaleras hablando quedamente, lleno de gozo, de ánimo por traer a Casa al hijo que estaba perdido…
Así, al timón de la nave de puerto en puerto sin que mis manos soltaran el timón aún en viajes tempestuosos sin rumbo fijo, ni la vista puesta en el último destino, ni en la meta. Sólo me ha guiado la voluntad de hacer y ser la Voluntad del Padre. Esa es la estrella que dice a mi sextante la ruta a seguir.
Hace pocos días, cuando sobrevino la gran tormenta en el cielo iluminado por relámpagos que traían luz como de día y truenos que estremecían, llegó a mí la gran tempestad, con rayos de atroz sufrimiento y lluvias torrenciales de miedo. En la madrugada, aterido de frío, bajé la escalera, saltando los escalones con prisa, alarmado, asustado. ¿No estaban las celdas ya vacías? Un susurro que quería ser un grito me guiaba a través de la oscuridad…abrí la puerta temblando y apenas vi su rostro supe, recordé a quien se había quedado sólo y olvidado en aquel desierto. Entendí que habiendo sufrido por mí tanto rechazo, repetido tantas veces, habiendo sido causa del más terrible sufrimiento, había terminado por olvidarlo. Era la autoridad, esa por la que se cometen grandes atrocidades, abusos, crímenes y violaciones. Ella fue un castigo para mí. Tuvo que llegar así, en medio de una tormenta de sentimientos, cabalgando sobre un caballo negro, de muerte, de guerra. Me acerqué y sentí su rechazo y me quedé a su lado, en silencio, tan cerca como él me dejó. Jesús, Jesús, Jesús… Al amanecer, subía las escaleras llevando en los brazos un cuerpo pesado que a cada peldaño era más ligero. Y llegamos a casa.
Esta mañana me desperté temprano con la sensación de haber regresado de un largo viaje, de munchas singladuras. Abrí la puerta de la terraza donde hay tantas plantas. La lluvia había cesado y el aire traía el perfume de la tierra regada con tanta abundancia y vi que las plantas de pacíficos se habían llenado de flores, de muchas flores de colores vivos… Ahora sé Niño mío, ya no herido, por qué te dormiste en mis brazos, dulcemente. Esperabas este momento para abrir los ojos y mirarme con tu mirada de Dios.
He abierto esta otra ventana, esta pequeña que tiene la pantalla del ordenador y he visto tu aviso, Félix y la noticia del tesoro encontrado. Os he visto como flores de pacífico que me regaláis los colores y aromas de la paz. Gracias
Querido Félix , siempre te vi como el ser que mas me recordaba al padre , como decirte que ir de la mano contigo a sido vivir la bondad infinita del padre , eres la luz de esta gran familia . Al leer tu carta el corazón a hablado y sentimos la unidad, somos nosotros desde el silencio que nos sentimos ahí, y doy gracias a todos y a ti en especial por compartir lo que tanto necesitamos . Enorme abrazo y agradecimiento desde Valencia de Pilar y Amparo . Os Amamos
Arriba los corazones !!! Colocar a Él en el centro de la cotidianidad y de la Vida. Gracias Félix !